¿Qué te hace valioso?
Estos días estoy releyendo uno de mis libros favoritos: Bajo la rueda, de Hermann Hesse. Este libro relata la historia de un niño prodigio que nace en una comunidad nada destacable. El papá es comerciante, pero no es particularmente inteligente ni hábil; el pueblo en el que nace, a pesar de tener cierto encanto, no es muy grande ni importante, y la mayoría de la gente se dedica a sus oficios. No es común tener estudios superiores.
Sin embargo, la gran inteligencia de Hans (el protagonista) es valorada por todos. Tanto, que los profesores lo incitan a postularse para ser seminarista, a donde van los alumnos más destacados a estudiar idiomas y ciencia. El padre de Hans lo apoya, pero parece que el amor que le da al muchacho está condicionado por su desempeño escolar. El niño deja muchas de sus actividades para prepararse para el examen. No tiene apoyo —fuera de lo académico— de nadie, excepto del zapatero del pueblo, la única persona que parece interesarse en él más allá de su inteligencia. El relato desarrolla toda la historia de Hans y su crecimiento en esa etapa preadolescente.
Este libro me encanta porque plantea numerosos temas aplicables a nuestra vida. Es una crítica al sistema educativo, que en ocasiones se centra tanto en el desarrollo intelectual de la persona, que deja de lado su parte humana. También invita a reflexionar sobre nuestras decisiones de vida y qué tanto nos dejamos influenciar por los demás: ¿hacemos las cosas porque realmente las deseamos o porque es lo esperable de nosotros? También plantea la importancia que le damos a los demás y a nosotros mismos. ¿Qué ven los demás en mí que me hace valioso? Si no soy lo que los demás esperan que sea, ¿qué tanto valor tengo?
Personalmente, me he dejado llevar en ocasiones por estas ideas. A veces he hecho o dejado de hacer cosas porque siento que es algo que “yo haría”. Siempre fui un alumno con buenas calificaciones, y durante gran parte de mi vida el valor que me daba estaba íntimamente ligado a la inteligencia que los demás me atribuían. Si mi inteligencia es lo que me hace valioso, todas mis demás actitudes y aptitudes quedaban en segundo plano. Fue hasta hace relativamente poco que entendí que hay cualidades apreciadas más allá de lo que los demás te hacen sentir. Somos seres complejos, y en cada dimensión de nuestro ser tenemos algo precioso.
No necesariamente tenemos que hacer grandes cosas o cumplir las expectativas de los demás. Nuestra vida es importante al compartir una buena conversación con alguien, ayudar al necesitado, leer una historia interesante o reír junto a nuestros seres queridos. Creo que la vida tiene tanto valor como el que le queramos dar. Por ello, vale la pena preguntarnos bajo qué ideas estamos entendiendo nuestro ser. ¿Qué tanto hemos construido realmente nuestras ideas?