¿Qué es ser un hombre emocional?
Durante los últimos años se ha puesto de moda hablar de la deconstrucción emocional. Muchos dicen que los hombres estamos menos conectados con nuestras emociones y que es necesario —incluso atractivo— ser más emocional. No obstante, también hay quienes sostienen que, en ocasiones, debemos dejar las emociones de lado para tomar mejores decisiones. ¿Hay alguna manera de conciliar estas dos posturas? ¿Podemos conectarnos más con nosotros mismos sin dejar de tener actitudes racionales?
Como hombres, desde que somos pequeños nos enseñan a ser más fríos y a ignorar nuestros sentimientos. Por mencionar algunos ejemplos, existe la idea de que lo mejor es aguantar: mantenerse firme ante las adversidades sin importar qué. Se dice que debemos ser independientes y solitarios, no depender de nadie. Debemos ser los que solucionan. ¿A quién llaman cuando algo se descompone? Nos bombardean con mensajes sobre qué significa ser fuerte: ignorar las emociones "negativas" y quedarnos con las "positivas".
Desmenucemos estas ideas. Creo que están mal enfocadas. Como hombre, me enseñaron desde pequeño que debo siempre resolver las situaciones sin quejarme. "Llorar o quejarse no soluciona nada", escuchaba. Inevitablemente, habrá veces en las que nos sintamos débiles, expuestos, temerosos, incapaces o intimidados. Si bien es cierto que tomar acción es fundamental para mejorar las situaciones, bloquear las emociones no lo es.
Podemos pensarlo como dos facetas que requieren su tiempo. Por un lado, tenemos la situación externa, la que debemos resolver. Por otro, la situación interna, las emociones. Si solo nos enfocamos en una, el problema crece; cualquier situación no abordada se complica, como la suciedad y el desorden en un cuarto que no se limpia. Cuando haya una situación complicada, debemos recordar que cada emoción tiene una función. No existen emociones "buenas" o "malas" por sí mismas; simplemente unas son agradables y otras, desagradables.
Idealmente, deberíamos tomarnos el tiempo de sentir y entender nuestro interior para vivir en paz. Esto no significa evitar el dolor, de hecho, en ocasiones significará abrazarlo. De ese encuentro interno surgen las más hermosas historias, las grandes obras de la humanidad y las experiencias más profundas. No se trata solo de solucionar lo externo, sino también lo interno. Lo interno sana lo externo y lo externo lo interno. Se alimentan mutuamente. ¿De qué sirve conectarte con tus emociones si no haces un cambio? ¿Llegarás a encontrar la paz si solo resuelves, pero no te entiendes?
Al evadir, estamos catalogando algo como malo. Si no hay emociones malas, ¿por qué las evades? Lo desagradable no necesariamente es malo. No siempre tienes lo que quieres, sino lo que necesitas. Pregúntate: ¿Qué puedo aprender de estas sensaciones? ¿Qué papel están cumpliendo? El hecho de sentir emociones contradictorias indica que tenemos un corazón.
También es necesario, a veces, compartir nuestro dolor y nuestras alegrías con la gente que amamos. No significa que suplan el rol de un terapeuta o que reemplacen el de la introspección. Sin embargo, existen pocas cosas tan liberadoras como sentirse acompañado. Una conversación con un buen amigo puede ser suficiente para subir el ánimo y recordar que la vida no es tan mala después de todo. No es débil necesitar ayuda: es humano.
Soy aristotélico en el sentido de que creo que la virtud se encuentra, generalmente, en el justo medio. Debemos desarrollar las habilidades para actuar sin dejar de sentir, y sentir sin dejar de actuar. Ganar una pelea no es solo un mérito físico, sino también mental. Una batalla se gana con y a pesar del miedo.